domingo, 4 de junio de 2017

Pensamientos de madrugada: Historia de una discusión

¡Hola~!
Vuelvo con una entrada más personal, más reflexiva, de esas que siempre publico cuando casi todo el mundo duerme. Me esforzaré por evitar que este blog se convierta en un diario, aunque sí que es cierto que últimamente tiendo a necesitar hablar más de lo que me pasa y no tanto de mis hobbies. Digamos que estoy pasando por una etapa de muchos cambios. 

A nivel emocional, el graduarme tanto de la universidad como de la escuela de idiomas, siento que me ha afectado más de lo que a priori pensé que haría. Por una parte, es cerrar un ciclo, conseguir una meta y seguir adelante, pero por otra, es dejar atrás un modo de vida, una rutina de confort en la que estoy más que instalada y de la que me cuesta salir. No soy una persona a la que le sienten bien los cambios. Al menos, no los cambios tan bruscos; y todavía estoy reflexionando mucho sobre lo que quiero hacer a continuación con mi vida.

Por otra parte, y relacionado con lo anterior, por primera vez siento que me he fallado a mí misma en cuanto a los estudios. No, no creo que haya suspendido nada hasta el momento, pero por primera vez, me ha pillado el toro con el Trabajo de Fin de Grado y me toca ir a la segunda convocatoria. De entrada pensé que la cosa no sería tan grave, hasta que empecé a comprobar que, al contrario de lo que me habían dicho, sí que me va a influir a la hora de solicitar una plaza en un máster. Siendo totalmente sincera, la idea de tener un año en blanco, me horroriza. Y no solo por lo que os decía de fallarme a mí misma y salir de mi rutina, sino por el hecho de estar todo el año en casa. 

A estas alturas de la película, supongo que la mayoría de la gente ya lo sabrá, pero no me siento precisamente a gusto en mi casa. Al principio, cuando era más pequeña, pensaba que el problema lo tenía yo, que era mala persona por no ser como mis padres querían, pero con los años, me he ido dando cuenta de que sencillamente tenemos opiniones totalmente distintas. Yo más o menos entiendo lo que piensan mis padres. El problema es que ellos no me entienden a mí.


Y no es la pataleta de "mis padres no me dejan hacer lo que quiero". Más bien al contrario; mis padres nunca me han puesto limitaciones a la hora de hacer lo que quisiera, en parte, porque tengo dos dedos de frente y nunca me he metido en problemas. No pueden entenderme, porque sencillamente, las cosas a las que le dan valor no tienen nada que ver con las mías. 

Con mi madre tengo ciertos problemas, pero con mi padre tengo infinitamente más. Para él, me consta que sigo siendo una cría caprichosa, que actúa por impulso, no sabe medir sus emociones y que solo tiene pataletas. Y este tipo de cosas se manifiesta pequeños detalles que me hacen sentir muy infravalorada.

El otro día tuvimos una de las discusiones más absurdas que he tenido nunca. Había tenido que escribir una carta motivacional para poder pedir plaza en un máster. Quedé bastante satisfecha de cómo me quedó y, a mi madre le gustó tanto que nada más verla me dijo que debería enseñársela a mi padre. Y yo, inocente de mí, le hice caso. Para qué habré hecho nada.

Yo iba toda orgullosa, carta en mano para enseñársela; como me había equivocado al imprimirla la primera vez, la reimprimí por el lado contrario, ya que tenía que firmarla y volverla a escanear. Pues bien, lo primero que hizo fue criticar que estuviera impreso por los dos lados. Le dije que eso no era importante, porque la iba a escanear, pero eso no fue todo. Después, se puso a criticar los márgenes (cosa que viene predeterminada por el procesador de texto) y que no hubiese puesto un espacio más en no sé dónde.

Esto a mí ya me empezaba a mosquear, porque en lugar de leer mi carta, estaba viendo los fallos que él creía que tenía. Y ya la gota que colmó el vaso es cuando intentó decirme cosas que había escrito "mal". Y digo "mal", porque estaban bien escritas, pero como no era como lo escribiría él, pues para él estaba mal. Me sentí muy ofendida, ya no solo porque ni si quiera se fijase en el contenido (que era lo que verdaderamente importaba), sino porque se creía en derecho de decirme que no tenía ni idea de lo que hago, cuando precisamente me dedico a las letras.

Sentí como si pisotearan, ya no solo mi orgullo, sino todo lo que había aprendido en la carrera, todo lo que sé sobre escritura y todo lo que había investigado para adaptar mi carta al formato estándar sin renunciar a lo que quería decir. Cuando le repliqué que me jodía que criticase aquello en lo que estaba más segura, me respondió "¿Entonces para qué me lo enseñas?".

En ese momento fue como si me cayese un jarro de agua fría. Ya no es que compartiese o no compartiese la carta con él, sino que se creía que lo único que pretendía era que me la "revisase".

"Tienes razón. No sé para qué te enseño nada". - Contesté para después levanarme hacia mi cuarto. No tenia ganas de hablar. Ya me llegaba con lo que había oído. Pero claro, la cosa no podía acabar ahí. Le escuché seguir criticando mi carta desde mi cuarto, como si el hecho de que me fuese le diese igual. Y ya el momento en el que exploté, fue cuando empezó a decir que tengo un "carácter difícil que me va a traer muchos problemas".

A veces, salen de mí reacciones que normalmente no tendría y, curiosamente, todas me ocurren con mi padre. Fui al salón, le arranqué la carta de las manos, la hice una bola y la tiré con todas mis fuerzas al suelo. BULLSHIT! -Gritaba por dentro. Ya no es solo que no entendiese por qué le había enseñado la carta, sino que ni si quiera entendía el por qué me había enfadado. Duele saber que no te entienden. Duele saber que no te valoran. Pero duele más que nada saber que te siguen tratando como a un bebé de cinco años. Cogí la pelota de mi carta y me la llevé fuera de casa. 

En momentos como esos, me doy cuenta de que mi padre no simboliza otra cosa que un muro para mí. Un muro que me critica por "ser rarita", pero luego alardea delante de sus amigos de tener una hija que habla japonés. Un muro que me critica por mi forma de ser y que no acepta que sea espontánea y cambiante. Un muro que no entiende que el arte es importante para mí y que no necesito dinero de por medio para querer seguir haciéndolo como vocación. Un muro que, a fin de cuentas, no quiere romperse.

Y ahí tenéis mi principal motivo para no querer un estupendo año sabático: mi casa. Por mucho que ignores los problemas de convivencia, por mucho que intentes evitar ciertas situaciones, la tensión está ahí. Mi madre sigue sin entender por qué no estoy a gusto en casa y yo no tengo forma de hacerle entender el porqué. Si no lo entiende viendo lo que hay, difícilmente puedo yo dejarle profundizar más en el problema.

Siento que estoy cambiando mucho en los últimos meses. Mucho. Tanto mi forma de pensar, como lo que quiero para mi futuro. Siento que todo lo que me está pasando ahora, está definiendo mucho mi forma de ser. Soy mucho más tolerante hacia cosas que antes consideraba inconcebibles, pero también me he vuelto más intransigente con las cosas que considero inaceptables.

A veces me sorprendo de lo horribles y maravillosas que son las personas y me pregunto hasta qué punto seré yo de una forma u otra con los demás. Quizás por eso cada vez busque más estar sola, mientras una voz me susurra "carry on, carry on. As if nothing really matters".

1 comentario:

  1. Bueno, yo la verdad es que no quiero meterme en asuntos personales de los que no tengo conocimiento más allá de lo que nos puedas contar por aquí, pero sí que no quería irme sin darte al menos todos los ánimos posibles para continuar adelante, tanto con el TFG, como con el máster, como con la posibilidad de poder buscar un lugar donde te sientas cómoda lo antes posible.

    Así que mucho ánimo y fuerza, ¡que puedes con todo!
    Un besito.

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